Inicio

Contacto

Contacto

Whatsapp

Escríbenos

Whatsapp

Regístrate

Whatsapp

Aprende y enseña música

Whatsapp

Tutoriales

Whatsapp

Juega

Whatsapp

Comunidad

Logo de Viajeros del Pentagrama

Nosotros

María Elena Vélez: historia de amor por la música

María Elena Vélez, una de las fundadoras del Grupo Bandola y del popular festival que lleva el mismo nombre y que cada año se toma el municipio de Sevilla, al norte del Valle, es también una mujer entregada a la formación musical de varias generaciones.

 

Maria Velez 1

Por Lucy Lorena Libreros 
Periodista cultural.

Sentada en su casa, allá en Sevilla, ese pueblo encumbrado entre las montañas cafeteras del norte del Valle del Cauca, María Elena Vélez –La Nena, como la llaman casi todos– recuerda el inicio de esta historia: las clases de música que improvisaba en el patio con su pequeña hija Ana Lucía y otros niños del municipio.

Aquella escena cumple casi cuatro décadas en su memoria. Una María Elena jovensísima y soñadora, que años más tarde se graduaría como psicopedagoga en la Universidad del Quindío, comenzaba a dar forma en su vida a una idea que en poco tiempo se convertiría en certeza: que la música transforma la vida de los niños para siempre.

En esas clases improvisadas, María Elena solía dibujar un gran pentagrama sobre el suelo con cintas de colores e invitaba a sus alumnos de ocasión a jugar voleibol sobre ellas. "Y poco a poco les iba enseñando que sí caían en tal línea debían gritar La o si caían en la otra gritar Do. No lo sabía en ese momento, pero sin querer lo que hacía era promover entre los niños la música a través del juego; así nació la metodología que me ha acompañado siempre", recuerda la artista con marcado acento paisa.

Sería por esos días también que junto a sus amigos Óscar Gallego, Rodrigo Muñoz (a la postre su esposo) y el desaparecido Julián Gil comenzaría a afinar, entre las paredes de la Casa de Cultura, lo que se convertiría más tarde en el Grupo Bandola, donde María Elena es percusionista y la voz principal. En 1981, un 31 de octubre, ese sueño tomaría forma y con el tiempo se convertiría en referente nacional de la música colombiana.

Juntos también sintieron la necesidad de crear un encuentro artístico que lleva el mismo nombre y que hoy es uno de los más grandes de su tipo en el país: El Festival Bandola. Un espacio donde conversan la música tradicional y contemporánea. Donde lo mismo suenan pasillos y bambucos que grupos con fusiones de ritmos africanos.

Hace 23 años, en la centenaria Plaza de la Concordia, nacería el festival que cada año hace sonar, por el mes de agosto, los tiples, las bandolas, los bambucos y los pasillos. Un festival donde ocurren cosas maravillosas: conciertos que celebran la música campesina, cantoríos de mujeres, carnavales coloridos de abrazos, colombianos y extranjeros que bailan "pasillo aletiados" –como bien dicen los fundadores– o la expedición de cédulas de la 'República de Abrazolandia', porque de lo que se trata es de convivir, de gozar la música como un pretexto de la alegría.

"No queríamos un festival donde los participantes tuvieran que competir unos contra otros; que llegaran aquí esperando a que el otro se equivocara para poder ganar o cosas así. Ya existen varios de ese formato de competencia, pero esa no era nuestra idea", cuenta María Elena. El anhelo de todos era crear un encuentro festivo donde los artistas intercambiaran sus saberes, compartieran dentro y fuera del escenario y le regalaran al pueblo lo mejor de su talento.

FOTO 2

El Grupo Bandola nació en 1981.

 

Fue esa la semilla del Festival Bandola, que este 2018 celebró 23 años de 'música al viento', como dice su eslogan. Un certamen que convoca a las familias no solo del Valle sino de todos los rincones del país para gozar un encuentro en el que aprendemos a qué suena Colombia y el mundo entero; en el que es fácil escuchar pasillos, bambucos, currulaos y tonadas campesinas, pero también reggae, calipso o rock.

Mientras todo eso ocurría y el festival sumaba reconocimientos dentro y fuera del país, La Nena de manera silenciosa alimentaba su carrera como profesora. Actualmente, enseña artística en la Casa de la Cultura de Sevilla a chicos entre los 5 y los 7 años, todos los martes y jueves en las tardes. Y en la escuela General Santander del sector de Tres Esquinas, donde sus niños aprenden junto a ella sobre matemáticas, sociales, lenguaje, ciencias y, claro, sobre música.

Niños como Santiago, un pequeño con Síndrome de Down que encontró en la música un pretexto para la inclusión, para integrarse a sus compañeros. Como Dilan, que hasta hace poco pasaba sus días ensimismado, hablando apenas lo necesario, luego de ser separado de su madre por parte del Icbf, debido a varios problemas en su hogar. En ambos casos, cuenta con dicha la profe María Elena, el arte se convirtió en una terapia. Una caricia para el espíritu.

Es que la música, reflexiona La Nena, quien completa 37 años como maestra, "es una herramienta maravillosa para mantener la motivación del niño en los procesos de aprendizaje. Los atrae de forma natural. En el caso de Dilan, logré que con las clases de música se convirtiera en un niño que conversara, que sonriera y que hoy participa con alegría cada vez que incorporo canciones y juegos a las clases. La música es una herramienta transformadora", se le escucha decir.

En ese camino como docente, María Elena conoció Viajeros del Pentagrama, una estrategia de apoyo a la formación musical creada por el Ministerio de Cultura, la Fundación Nacional Batuta y la Organización de Estados Iberoamericanos. Comenzó a trabajar con sus contenidos desde el inicio de este año escolar y, tras varios meses de uso, asegura que ha afianzado su práctica docente.

Uno de los aprendizajes que le deja el uso de esta plataforma, asegura, es acercarse sin cortapisas a la tecnología. "En estos tiempos, uno debe poner la tecnología al servicio de la educación, del aula. Convertirla en una herramienta para acercarse a una generación que se comunica con computadores, tabletas, celulares. Es un error resistirse a la tecnología cuando la educación se está transformando hacia ese lado".

Con Viajeros del Pentagrama, además, encontró una metodología "que no estaba disponible en otra parte. Era emocionante encontrar en la plataforma actividades que yo vengo utilizando desde hace años, pero que al verlas dentro de una metodología adquieren un sentido distinto porque la metodología te plantea unos objetivos claros y medibles en cada clase. Yo daba mis clases de manera empírica, por intuición, por lo que me ha enseñado mi vida de artista, sin que eso hiciera parte de una malla curricular, pero Viajeros del Pentagrama me ha servido para darle un orden a todo ese trabajo que vengo desarrollando con los niños desde hace tantos años".

En sus tiempos de formación como docente el asunto era bien distinto: "Cuarenta años atrás, no había muchas escuelas de música, aunque se promovían los aires típicos colombianos a través de las danzas. Pero no se hablaba de metodologías para enseñar música, todo era como más espontáneo y empírico. Con el tiempo fui entendiendo que la formación artística, más que una asignatura, era un valor agregado con el que cuentan muchos profesores como yo para hacer más amenas sus clases".

FOTO 3

Es que en una clase de La Nena los chicos aprenden a través de lo que ella denomina "momentos". A María Elena le gusta variar sus actividades. Juega, toca tambor, escribe sobre el pentagrama, habla de negras y de corcheas, canta. Justamente, el repertorio que encuentra en Viajeros del Pentagrama es una de las herramientas que más destaca de la plataforma. "El repertorio musical está muy bien escogido; y es muy útil encontrar canciones con voz y sin voz para trabajar con los niños".

Y los chicos van aprendiendo y enamorándose poco a poco de instrumentos y canciones.

Que lo diga Hardinson Castrillón, músico profesional de la Universidad del Valle, que asegura deberle en parte su amor por la música a maestras como La Nena. "Cuando estaba en el colegio, los integrantes de Bandola (que en esa época tenían una agrupación llamada Pacha Mama) eran como una especie de ídolos, entre ellos La Nena. Eran jóvenes que promovían la música andina y yo corría a verlos ensayar después de mis clases. Gracias a la motivación que ellos me infundían con el tiempo me hice músico y comencé a explorar también la música andina y con los años hasta pude tocar con ellos. Músicos como María Elena fueron una inspiración para muchos niños de Sevilla”. Que lo diga también Ana Lucía Muñoz, hija de María Elena, quien siguió los pasos de su madre, y hoy trabaja como docente en la Universidad de los Andes y en un jardín infantil de Bogotá y como cantante en agrupaciones como Toño Barrio y espacios musicales como Mujeres a la Plancha. “Su papá y yo nunca buscamos que se convirtiera en música profesional, pero hoy creemos que resultaba inevitable para ella creciendo en medio del festival y de la cultura que se respiraba en nuestra casa", asegura María Elena.

Una cultura que tantas décadas después sigue inspirando a nuevas generaciones. La profe María Elena, con su tambor en las manos, va por Sevilla y por la vida entonando pasillos y guabinas. La música es el único cielo que le pertenece.